PABLO VEGA
En 2012, uno de los temas más
discutidos y con más repercusión popular en España ha sido, sin duda, el futuro
de Cataluña como parte del Estado español.
Los empresarios catalanes juegan, en
este punto, un papel especialmente destacado. Son quienes determinarán el éxito
o fracaso de la operación política que ha emprendido Artur Mas y sus ahora
aliados de ERC. El ‘punto caliente’ del debate se centra en si a Cataluña le
beneficiaría económicamente o no su independencia del resto de España, es
decir, si saldría ganando o perdiendo. La postura empresarial es la que marca
la diferencia: son los responsables directos del crecimiento económico y de la
creación de empleo.
Organizaciones y posicionamientos
Los principales directivos de las
grandes corporaciones catalanes conforman varias organizaciones con visibilidad
pública suficiente como para que su opinión sea escuchada, tanto por los
políticos como el conjunto de la sociedad civil.
El Círculo de Economía es, seguramente, el lobby empresarial catalán más potente. Es el lugar de encuentro
entre dirigentes políticos y empresarios, donde son escuchados discursos
políticos de todo tipo (suelen llevar dirigentes invitados de los principales
partidos). Antes del estallido soberanista del 11-S, día de la Diada, el
Círculo ya había fijado su postura ante el ‘pacto fiscal’ que pretendía lograr
Mas para Cataluña. El Círculo emitió un documento, tras un mes de debate
entre sus miembros, que rechazaba los fundamentos de la propuesta: el concierto
económico que había esbozado el Gobierno de CiU, así como la bilateralidad o
tener la llave de la caja.
Este órgano está presidido por el
dirigente de Vueling (y ex ministro de Aznar), Josep Piqué, además de otros
empresarios y académicos de distintas sensibilidades: Josep Oliu
(Banco Sabadell), Jordi Gual (La Caixa), José Manuel Lara (Planeta), Ferran
Rodés (Havas), Àngel Simon (Agbar) e intelectuales y académicos como Antón
Costas, Josep Ramoneda o Alfredo Pastor.
Artur Mas y Josep Piqué, en el Círculo de Economía |
Obviamente, las patronales tienen
también mucho que decir. Digamos que actuán más como grupos de presión, ya que
un lobby como el Círculo ejerce de
nexo, mientras que las organizaciones empresariales al uso no necesitan de
intermediarios.
La tónica del silencio y la prudencia
entre los empresarios se fue rompiendo poco a poco. Desde el 11 de septiembre
hasta el 25 de noviembre, fecha de las elecciones, hubo varios posicionamientos
más o menos explícitos.
El mejor ejemplo de ello fue el de la
patronal de patronales Cecot que ignoraba cómo
posicionarse sobre la independencia y, para salir de dudas, decidió mandar una
encuesta a sus 800 empresas asociadas con varias opciones (seguir como ahora,
mejorar la financiación de Cataluña, conseguir el pacto fiscal, formar parte de
un estado federal o ser un nuevo estado de Europa).
Los resultados fijaron que el 53% de
los empresarios prefiere que Cataluña sea un nuevo Estado dentro de Europa y sólo
un 2% dijo que quería seguir como ahora. El sondeo también preguntaba sobre el
miedo a que el resto de España boicotee los productos catalanes, como ya
sucedió con el cava en la Navidad de 2005. Según la encuesta, sólo uno de cada
tres reconoció estar preocupado por esta posibilidad.
Existen otras asociaciones empresariales
que se han mostrado a favor del Estado propio como FemCat, el Gremi de Derivats
del Ciment, los empresarios de la comarca del Anoia o el Cercle Català de Negocis.
Otras se mostraron más cautas, como la Pimec, que representa a la pequeña y la
mediana empresa, el 90% del total de las compañías catalanas. Su presidente,
Josep González, prefirió no mojarse hasta después de las elecciones.
FemCat es un
caso especial, puesto que es considerada por los medios como un lobby empresarial de corte soberanista
que, además, no se haya representado en el Círculo de Economía antes
mencionado.
Femcat fue fundada en 2005 como un
ente dispuesto a “introducir reflexiones” en el ámbito público sobre el futuro
de Cataluña y sus gentes. Su búsqueda de influencia queda así muy clara.
Además, también ha habido voces,
aunque minoritarias, que se han opuesto frontalmente al Estado propio. El caso
más destacado es el de José Manuel Lara, presidente del Grupo Planeta. "Si
Cataluña fuera independiente, el Grupo Planeta se tendría que ir a Zaragoza, a
Madrid o a Cuenca", dijo el empresario.
Incidencia pública
Tuvo especial repercusión un informe
del Instituto de Estudios Económicos (IEE) una especie de think tank de la organización de los empresarios españoles, la CEOE. La
cual, por cierto, está dirigida actualmente por un catalán, Joan Rosell.
Joan Rosell, cuando presidía Fomento del Trabajo |
El informe presentado era absolutamente demoledor, con respecto a las cifras que aportaba, en cuanto a la viabilidad económica de Cataluña como Estado propio. Buscó tener incidencia de algún modo, en las elecciones, ya que se dio a conocer dos días antes de la cita de los catalanes con las urnas.
Los confidenciales de Internet apuntan
a que las principales preocupaciones de aquellos líderes empresariales
catalanes como Lara (Planeta), Oliu (Banco Sabadell),
Fainé
(La Caixa) o Alemany
(Abertis), es decir, quienes tienen gran parte de su negocio fuera de Cataluña,
son fundamentalmente tres. 1) Temor a un boicot a lo catalán, 2) La
salida de Cataluña del euro y la fuga de multinacionales y 3) Pérdida de la competitividad
de las empresas catalanas.
Con este informe, pretendían “asustar”
al presidente de la Generalitat si insistía en su apuesta soberanista. A la
vista está que Mas todavía no se ha tomado sus advertencias en serio o que no
teme este tipo de presiones.
Durante la precampaña, una campaña que
se atrevió hasta jugar con elementos visuales fue la que lanzó la Asociación
Movimiento por Cataluña y España. Bajo el eslogan “Fem pinya” (“Hagamos piña”), ciertos empresarios manifestaban su
apuesta por la unión de Cataluña a España, con el objetivo de apelar "a la cordura y a la reflexión ante la ola independentista"
Resultados
En esta especie de juego de influencia
de cara a la opinión pública, entre los lobbys
y grupos de presión más próximos a una u otra postura, parecen haber calado más
las tesis soberanistas que defienden la sostenibilidad del nuevo Estado
catalán. Una encuesta de La Vanguardia
desvelaba que la mayoría de los catalanes veían lógico que los empresarios
expresaran sus dudas en público (ante la independencia). Sin embargo, a la vez, consideraban que esta sería “viable” económicamente, tal y como defienden los
organismos empresariales más nacionalistas.
Por lo tanto, se concluye de todo esto
que los grupos de presión soberanistas han hecho mejor su trabajo, para influir
tanto a los políticos como a la sociedad catalana. La postura empresarial que aboga por
la permanencia dentro de España debe seguir trabajando si quiere que
sus argumentos, de índole económica, tengan incidencia dentro de la propia
Cataluña (en el resto de España sí que tienen más arraigo).
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