Elia
Rodrigo
El
máximo exponente del desencuentro entre controladores aéreos y el Ministerio de
Fomento español tuvo lugar el pasado mes de diciembre.
No
obstante, desde los meses de julio y agosto de ese mismo año, 2010, ya se
empezaban a escuchar con fuerza voces que preveían una inminente privatización
de las torres de control de los aeropuertos españoles, que se traduciría en un
importante empeoramiento en las condiciones laborales de los controladores. Por este motivo, en verano, los trabajadores
del sector anunciaron su intención de cerrar el tráfico aéreo del país en señal
de protesta. Aquí cometieron el primer
error, desaparecer. Si bien sabemos que un lobbista nunca debe descansar,
los integrantes de USCA decidieron retirarse ante la insistencia de Pepe
Blanco, entonces ministro de fomento, de llegar a un acuerdo que supusiese la
búsqueda de nuevas soluciones al problema.
Pero
la realidad resultó ser radicalmente distinta. Desde el gobierno, se aprobó un
decreto el 3 de diciembre de 2010, por el cuál de contemplaba la militarización
del sector en caso de huelga. Este hecho, actuó como detonante provocando una
huelga encubierta con bajas por estrés debido a que no había tiempo y forma de
convocarla en términos legales según la Constitución. Fue bajo estas
circunstancias de fuertes altercados, cuando se formó una comisión (integrada por expertos, abogados y un
portavoz entrenado) que se encargó de asistir a diversas reuniones con representantes del gobierno tratando de
llegar a una solución favorable para ambas partes. Estos encuentros,
indispensables en toda acción de lobby, llegaron tarde y con la opinión pública
completamente en contra del movimiento.
Los
medios de comunicación se adelantaron en la personificación del problema. En lugar de ver los rostros de los
controladores afectados, los españoles sólo veíamos y escuchábamos las
historias de miles de pasajeros que permanecieron en los aeropuertos a la
espera de ser recolocados en otros vuelos. Esto provocó una fuerte oposición de la sociedad hacia
los controladores. Así, USCA no contó con el apoyo de los ciudadanos ara
ejercer mayor presión sobre el gobierno, lo que facilitaba una solución menos favorable a los intereses
que defendían.
Parte
del problema de la poca eficacia de la campaña de lobby que ejercieron los
controladores, radicó en que la acción
llegó tarde y mal. En lugar de promover un movimiento progresivo, bien
ideado y ejecutado y que pusiese a la ciudadanía de su lado, confiaron en la
palabra del Gobierno y cuando quisieron darse cuenta fue demasiado tarde para
planificar una acción avalada por la ley. Como consecuencia, el vicepresidente
del gobierno tuvo que decretar el Estado de Alarma y en 48 horas enviar a los
militares a controlar el trabajo que se desempeñaba en las torres de control.
Y
este, es un problema que no cesa. Este mismo mes de diciembre, hemos sabido que
USCA sigue haciendo su trabajo por aclarar cuáles van a ser las consecuencias
de la privatización de las torres de otros aeropuertos como el de Ibiza, que verá resuelta su situación en breve, e intentando influir para que las decisiones que se vayan a tomar les favorezcan en la medida de los posible. Y si comentaba que en el inicio del conflicto el lobby del sindicato no fue acertado, creo que sí sirvió para formalizar un movimiento que poco a poco ha ido adquiriendo mayor fuerza y ha sido capaz de influir de forma más convincente en las decisiones que los mandatarios han ido tomando con respecto a los últimos proyectos de privatización sobre los que han ido trabajando.
Creo que el caso propuesto demuestra las consecuencias de un lobby que no es estratégicamente planificado. Quien ejerce el lobbying en este caso debería construir un mensaje que ponga a la opinión pública de su lado, y no lo logran. A la opinión pública no le importa los problemas complejos. Precisan ponerle cara a los problemas y saber quienes son los buenos y quienes los malos.En este caso USAC no logra instalar en la opinión pública su posición, por lo que pierde poder de negociación.
ResponderEliminarBuscar influir en la clase política con una opinión pública que es desfavorable a tu empresa, es muy complicado.
Verdaderamente hay ciertos colectivos en España, como por ejemplo la SGAE y los controladores aéreos, que más que ganarse el favor de la gente con argumentos, parece que busquen la confrontación con toda la opinión pública, incluso aunque su "adversario" no sea ésta.
ResponderEliminarEl caso está bien expuesto, sobre todo en la valoración crítica de la estrategia de los controladores, sin embargo echo de menos una mayor contextualización del problema. No sabía que el origen del problema estaba en la privatización de las torres y me habría gustado conocer más sobre ello, así como los argumentos de ambas partes y esas condiciones laborales tan favorables de las que gozan.
Fdo. Alejandro Moledo
Raquel Delgado
ResponderEliminarMuy buena valoración y análisis del caso, Elia. Lo cierto es que, como comenta Alejandro, los controladores aéreos parecen incapaces de despertar ninguna simpatía en la opinión pública española. Sus huelgas son ya una constante de los aeropuertos españoles, lo que, además de perjudicar a miles de personas, compromete la imagen de España en el exterior.
Este colectivo ha sido tradicionalmente atacado por sus altos salarios, por lo que sus protestas actuales, con la que está cayendo, no pueden producir otra cosa que indignación en un país con cinco millones de parados.
Es evidente que los controladores aéreos merecen ser escuchados y que sus actividades de lobby, por tanto, son legítimas. No obstante, sería recomendable que su comunicación fuera dirigida a construir una estrategia a largo plazo, de manera que el ciudadano no percibiera que cada Navidad éstos se dejan llevar por objetivos pasajeros que desembocan invariablemente en el mismo resultado: impedir a los viajeros llegar a tiempo a sus casas.
Por Juan Manuel Martín del Campo.
ResponderEliminarElia creo que has dado al clavo con tu argumentación de un mal lobbying. Tenemos por un lado la postura de un gremio que verdaderamente tiene condiciones de trabajo poco favorecidas. Los controladores aéreos viven bajo mucha tensión pegados a una pantalla que, en la mayoría de los casos, no son equipos de última generación y que con el auge del tráfico aéreo tiene que trabajar muchas veces horas extras. Nosotros los usuarios no nos damos cuenta de la responsabilidad tan importante que los controladores tienen sobre vidas humanas.
Por otro lado, la paralización de un sector tan estratégico como es el de la aviación es un tema que desde luego se convierte en cuestión hasta de seguridad nacional, por ello el rechazo de la sociedad a los huelguistas.
No perdamos de vista que la autoridad gana en las posturas de la gente pues cuenta en los medios lo que significa paralizar vuelos, los usuarios nos dejamos llevar por las incomodidades y olvidamos escuchar a los que de alguna manera se encargan de llevarnos a bien a nuestros destinos. Es evidente por ello que la labor de cabildeo o negociación ha fallado por parte de la causa.
Buen trabajo!
Suscribo totalmente la opinión de mis compañeros. Creo que las medidas de presión de los controladores eran poderosas pero se olvidaron por completo de que la opinión pública es un arma política.
ResponderEliminarEsto me hace reflexionar acerca de si se puede hacer lobby sin tener en cuenta el contexto. Como apuntaba Raquel en un país con 5 millones de parados, un colectivo con unas condiciones de empleo que de cara a la ciudadanía son privilegiadas, provocando millones y millones de pérdidas económicas, y trastornando al ciudadano de a pie...esta actitud era una provocación.
Sin embargo, debo decir que una vez desatada la polémica sí hubo controladores que dieron la cara y explicaron cómo eran sus condiciones de trabajo, qué era lo que reclamaban y por qué. Una lástima que quedara empañado por las malas formas del colectivo.